lunes, 25 de mayo de 2009

Benedetti: un escritor sin tregua

Poeta y novelista. Dueño de una escritura sentimental, sencilla e irónica, Mario Benedetti se suma a otros grandes de las letras uruguayas como Juan Carlos, Onetti, Horacio Quiroga, Cristina Peri Rossi y Juana de Ibarbourou.

Mario Benedetti fue deportado a Lima en los años 70

Por: Enrique Sánchez Hernani

Pese a haber vivido acosado por los exilios y la desaparición de sus amigos, Mario Benedetti tenía el talante tranquilo, la timidez y la apariencia reposada de un funcionario. Era conversador, pero no tanto; amable sí. Solía lanzar algunas bromas inocentes de vez en cuando para ganar amigos, que fue lo que más le sobró en la vida. Y poemas y cuentos y novelas y artículos periodísticos. Algunos lectores acuciosos de su obra han señalado que, en total, Benedetti publicó en vida más de 82 libros propios, además de su obra periodística. Y que en sus últimos días, arropado por sus amigos —como el célebre editor español Chus Visor—, escribía haikus y nuevos poemas.

Muchos en Lima lo vieron. Después de que en 1973 un golpe de Estado en el Uruguay lo obligara a salir de su país, al que no pudo volver sino después de una década, llegó al Perú. Algunos amigos de talante izquierdista, motivación que comulgaba con el escritor, que de apolítico y centrista se volvió adepto al socialismo tras la revolución cubana, le consiguieron un trabajo como columnista en un diario limeño. La columna se llamaba “Esta América”, donde escribía de todo, desde política hasta de su nostalgia por la biblioteca que había dejado atrás en Uruguay.

Deportado
El Perú no andaba estable entonces. Morales Bermúdez depuso a Velasco e hizo a un lado a los amigos de la primera fase del entonces gobierno militar. La situación de Benedetti, que estaba en la lista de los amigos, se volvió delicada. Una noche alguien llamó al timbre del departamento donde vivía. Era un policía.

Benedetti le abrió y el hombre, sentado en su sala, lo interrogó con apatía. Al cabo de un rato el policía se quedó dormido profundamente. El escritor, intuyendo lo que le esperaba, rompió papeles comprometedores y los echó por el ducto del incinerador del edificio. Luego lo despertó. “Si vino a detenerme, deténganme”, cuenta Benedetti que le dijo. “Ay, perdone —le contestó el policía—, estaba muy cansado. He traído un libro suyo para que me lo firme”. Benedetti garrapateó su autógrafo. El policía cogió el libro y le dijo al sorprendido escritor: “Perdone, pero lo tengo que llevar al aeropuerto porque está deportado”. Y para su pasmo, prosiguió: “¿Qué prefiere, que lo ponga en un avión que lo lleve a la frontera con Ecuador o en otro que lo conduzca a Buenos Aires?”. Benedetti, que ya había estado en Buenos Aires, eligió irse a la Argentina. Antes de salir pisó un jabón y se hizo un corte en la frente. Aparatosamente vendado lo subieron al avión. A las horas, su mujer, Luz López Alegre, en el aeropuerto de Ezeiza, casi se muere al verlo todo maltrecho. A pesar de ello, Benedetti siempre guardó un buen recuerdo del Perú. (sigue..)

(Fuente Dominical El Comercio)

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