lunes, 28 de junio de 2010

Aires de un Familiar

Si Carlos Monsiváis (1938-2010) estuviese muerto no seguiría leyendo sus textos con tanta pasión. Pero hace unos días nos dejó viudos a sus 13 gatos, a su literatura y a este columnista. No lo imagino cadáver porque uno no conversa con los difuntos a no ser Juan Rulfo. Y yo converso largo y tendido con este “Monsi” que tiene una facha entre Woody Allen, Cantinflas y Tres Patines. Jodido. Lúcido hasta sus cachas y con una pluma urticante que demuele monumentos pétreos y carnudos, habla como Tin Tan y luce orgulloso una falta de garbo en sus camisas que su madre le dejó como herencia, ya con el cuello sucio.



Por Eloy Jáuregui

Debo confesarlo, que desde que le enviaba mis textos a su vieja casa del barrio de Portales en la ciudad de México --que goza de dos atracciones: su ‘cachina’ y la casa del maestro--, siempre dudé que los leyese. Pero lo llamaba por teléfono y me salía haciendo una ‘huacha’ como las que práctica hoy Messi, y me lanzaba una frase rotunda. “Oiga, que está bueno. Tiene profundidad”. Irónico como él solo, nunca entendí a qué se refería. Porque desde esa vez, cuando se pronunció sobre lo cursi (aquí decimos huachafo) que era “lo bellamente fallido” en un programa de televisión que conducía Agustín Lara, se erigió en ícono popular que hasta las vedettes se lo querían comer por los dos lados.

Es periodista pero con acento en la crónica. De ahí su herencia de Martí, Darío y Gutiérrez Nájera. Escribe como vive. Con hipos y pedos, porque así escribe uno. Y toma su Coca Cola y se mete sus tacos de pollo y deja embarrado medio escritorio donde los gatos hacen la tarea de la baja policía. Y de su casa no se diga. Sus libros, revistas, discos, DVDs, posters, están tirados por aquí y por allá. “Monsi”, no obstante, sabe dónde se ubica cada cosa. Y lee como un descosido y se ve tres películas al hilo. Y va a conferencias y sale por la radio y habla del rock como del Sida. Y qué no hace este señor. Por eso, cuando se le pregunta de su infancia donde fue un hijo único de madre soltera y bien mongo, responde: “Si no tuve infancia, al menos permíteme tener currículum”.

Y hace buen tiempo se hizo temible por contradecir la solemne versión oficial del aparato del PRI. La lectura de su columna semanal “Por mi madre, bohemios” era religión y rito en los mexicanos. Ora fue la conciencia de los contraculturales, ora el defensor de los maricas. Carlos Fuentes que lo vacilaba y una vez lo dejó encerrado en un castillo en las afueras de París, aseguraba que “Monsi” renovó el género del ensayo. Lo sacó de ese modo anticuado (a lo Alfonso Reyes) y le dio una vitalidad y una capacidad de abarcar todos los temas de la vida de ese México posapocalíptico. Octavio Paz, que fue el Supremo cultural lo quería a medias. Con su muerte, Monsiváis, le puso danzón y salsa a aquella literatura de las ideas que es el temible género del ensayo.

“Monsi”, una vez en Lima, me contó que se sentía como una piedra en el zapato de la vida de México. Pero no hay otra forma de ser crítico, advertía. Carajo Carlos, y ahora que hablas desde el más acá, yo digo que la muerte de un escritor lo agarra a uno por sus dos costados. Se va un amigo y se va un autor de aquellos aforismos profundos y desparpajados. Pero tú que inventaste la croni-ensayo, fuiste el único que hiciste de tu 72 años una escritura, una melodía, una zapateada y hoy, en tu soledad fría, recuerda que no me devolviste la alegría.
(Fuente Revista Domingo Diario la República 27/06/10)

No hay comentarios:

Publicar un comentario