Escritora confesó el papel "salvador" de la ficción en su vida. Recordó la influencia de los cuentos leídos de niña en su obra.
Érase una vez una niña llamada Ana María Matute, que comenzó a escribir a los cinco años y que ayer, tras mucho escribir, fabular y convivir con duendes y magas, pero sin olvidar la realidad, ha recibido, a sus 85 años, el premio Cervantes por su "deslumbrante universo imaginativo".
Así, este año, la entrega del premio Cervantes, el galardón más importante de las letras en español, ha estado impregnada de palabras que hacían referencia a la invención, a la imaginación, a seres invisibles y al arte del relato.
Una ceremonia en la que la escritora barcelonesa ha llenado de emoción y largos aplausos el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares (Madrid) con un discurso hecho desde el corazón, y en el que ha recordado su "vida de papel", como ha reconocido: su deseo de ser escritora, los cuentos, a los hermanos Grimm, a Perrault y Andersen, a su muñeco Gorogó –su mejor invento– y la maldita guerra y el ruido sus bombas.
"Prefiero escribir tres novelas seguidas y veinticinco cuentos, sin respiro, a tener que pronunciar uno. Esta anciana que no sabe escribir discursos solo desea hacerles partícipes de su emoción, de su alegría y de su felicidad –¿por qué tenemos tanto miedo a esa palabra?–", ha dicho, y ha agradecido el premio a "todos cuantos han hecho posible este sueño". "El que no inventa no vive". "La literatura ha sido el faro salvador de muchas de mis tormentas". "A la literatura en grande, como a la vida, se entra con dolor y lágrimas". Estas son algunas de las frases que ha pronunciado la escritora y académica en esta importante ceremonia.
(Fuente Diario El Peruano)
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