Por Luis Jaime Cisneros
Hay quienes me recuerdan que no tengo experiencia escolar, y que por eso digo lo que digo. Sí, mi escueta experiencia escolar se reduce a los dos años que tuve que asumir la supervisión de cursos de Lengua en el colegio de Aplicación de La Cantuta. Pero mi experiencia mejor me la aseguran los 61 años en que, en la universidad, he trabajado, en los años iniciales de Estudios Generales, con cientos de muchachos que acababan de terminar su Secundaria y podían ofrecerme espontáneo testimonio de cómo habían aprendido lo que habían estudiado. Y por lo pronto, niego que la ‘actitud crítica’ sea una convocatoria exclusiva de la vida universitaria. Ahora, en este siglo, y en esta hora, no lo es.
He leído en la semana muchas páginas de propaganda periodística dedicadas a la universidad, al examen de ingreso, a las diversas opciones, y he tropezado con advertencias y promesas. Y me ha sorprendido leer alusiones a ‘carreras superiores’. Es un error. Terminados los estudios secundarios, se inician los estudios superiores. Esos estudios superiores se pueden realizar en Escuelas, Universidades o Institutos. Las Escuelas ofrecen formación en una profesión determinada, y sus egresados obtienen un título profesional. Las Universidades ofrecen también un título profesional, y grados académicos de Magíster y Doctor. Los institutos están dedicados exclusivamente a la investigación; los profesionales que siguen en ellos sus tareas obtienen Diplomas específicos.
En cualquiera de estas instituciones es condición indispensable, al iniciar sus tareas, asumir una actitud crítica frente a los textos, para lograr, más tarde, asumirla ante la realidad. Esta es condición indispensable para garantizar un estudio provechoso. Hay que corregir y reemplazar el divulgado error de que toda crítica es negativa porque consiste en oponerse a todo. Basta abrir un diccionario para percatarse de la confusión. Leemos en el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, esta advertencia: “Examen a que la razón somete algo o alguien para determinar su verdadero valor o calidad”. Y el Diccionario de autoridades, que inaugura en 1726 la tarea lexicográfica de la Real Academia Española define crítica así: “La facultad de hacer juicio y examen riguroso de escritos, obras, sugetos”. Aclara que viene del griego Crino, que significa ‘juzgar’. Aclarado el punto, insistiré en que la escuela debe entrenar al estudiante, en sus últimos años secundarios, a asumir una actitud crítica, enfrentándose a las dudas, a los dilemas, para estar listo a sus estudios superiores.
Claro que hay quienes se confunden ante la presencia de gente arrogante que pretende establecer juicios inconmovibles, carentes de todo examen reflexivo. Eso nada tiene que ver con la ‘actitud crítica’, que supone una predisposición del ánimo para no privarse de someter a análisis todo cuanto se ofrezca en la lectura o en la realidad. La escuela debe defender esta tarea porque ha quedado esclarecido que la “crítica es una actividad cultural y pedagógica”, como lo explica hoy el rumano Adrián Marino, en cuya obra descubrimos que “todas las operaciones reconocidas como críticas no son sino diferenciaciones y especializaciones siempre más complejas del enseñar y aprender a través de la lectura”. Si la escuela debe formar ciudadanos para este mundo globalizado, y entrenarlos para que puedan moverse en un medio cultural interdisciplinario, donde ya no es tan fácil reconocer todos los recovecos del conocimiento, la actitud crítica mantiene alerta la inteligencia, arma indispensable para la búsqueda del conocimiento.
He leído con simpatía, en una propaganda periodística, la afirmación de “la naturaleza de las ciencias y la tecnología de la innovación”. El texto reconoce en seguida que “la velocidad de cambio se relaciona directamente con la intensidad de la investigación”. Esa es la información y la propaganda que esperamos ver en la prensa relacionadas con los estudios superiores.
Estudio e investigación: ese es el horizonte al que hay que prepararse para enfrentar. No la facilidad, no el éxito.
(Fuente diario La República 31/01/2010 )
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