En los albores de nuestra república, durante las luchas intestinas de los caudillos militares, se definirían las tendencias y parámetros de la sátira peruana. Así el enfrentamiento entre Santa Cruz y los adversarios de sus proyectos federativos o la encarnizada lucha entre Castilla y Echenique, se registrarían en el trabajo de los caricaturistas. El medio idóneo para difundir el arte gráfico sería el grabado.
Como muestras, sobresalen el álbum “Adefesios” (1855), editado por el norteamericano Williez y compuesto por litografías de caricaturas políticas, o “Aletazos del Murciélago” (París, 1866), de Manuel Atanasio Fuentes que incluiría apuntes críticos hacia Castilla.
Prensa ilustrada
Con el siglo XX, y gracias al fotograbado y la tricromía, se iniciaría la auténtica prensa ilustrada. Surge entonces Julio Málaga Grenet, un dibujante arequipeño, cuyos renovadores trazos revolucionarían el arte caricaturesco peruano. Iniciado en “Actualidades”, Málaga fundó en 1905, con Leonidas Yerovi, “Monos y Monadas”, y construyó el estilo de nuestra prensa satírica. Esta publicación reclutó a grandes dibujantes, como el propio Abraham Valdelomar, quien después brillara en las letras.
La consolidación
En 1909, el cusqueño Francisco Gonzales Gamarra asume el rol protagónico en “Variedades”, y conquista con un grafismo elevado y versátil un lugar honorífico en la historia del arte gráfico peruano. El mismo año nace “Gil Blas”, de Málaga. Luego seguirán “Lléveme usted” (1911), fundada por Yerovi, y “El Mosquito”, de Florentino Alcorta, que desde 1912 resalta como temprano exponente del Leguiísmo. Para 1917, Málaga y el periodista Federico More crean “Don Lunes”, célebre semanario humorístico de oposición al segundo gobierno de Pardo. En estas publicaciones se consolidan artistas como Málaga, Pedro Challe, Rubén Polar, José Luis Caamaño, José Alcántara La Torre o, Jorge Holguín Lavalle. Y el arequipeño Jorge Vinatea Reinoso, por su parte, alcanzaría renombre en “Mundial”, que cubriría todo el oncenio de Leguía.
El cómic
Después de las primeras décadas del siglo XX se acentuará la influencia norteamericana con el cómic, apreciable ya en “La Revista Semanal” (1927), editada por More. En los años 30 y 40, esto aumenta con “El hombre de la calle” y “Buen Humor”, que exhiben el impecable trazo de Manuel Benavides Gárate y Armando Lazo.
En 1947, Carlos Roose se inspira en José Luis Bustamante y Rivero para su personaje “Pachochín”, denotando la fragilidad de los límites entre caricatura y cómic. Esto se consolida en 1958 con “Rochabús”, publicación dirigida por Guido Monteverde.
Consagrados
La renovación política peruana de los 50 desembocará en medios como “La Olla” (1966), acérrima crítica del aprismo y belaundismo, con dibujantes como Nayo, Guillermo Osorio, Hugo Fernández Vela, Cayo Pinto y Luis Baltazar. “Monos y Monadas”, resucitada por Nicolás Yerovi, nieto de Leonidas, en los 70 se convertiría en ícono del humorismo nacional durante el gobierno del general Morales Bermúdez. Allí se consagran Carlos Tovar y Juan Acevedo.
En las siguientes décadas aparecen artistas como Alfredo Marcos, Eduardo Rodríguez, Julio Polar, Javier Prado, Miguel Ángel, Alonso Núñez, Pepe San Martín, Carlos Castellanos, que aportan su ingenio y arte en diversas revistas y diarios.
En el nuevo siglo el periodismo satírico sigue vigente con revistas como “El Otorongo”, donde brillan Jesús Cossío, Luis Rossell, Álvaro Portales o el veterano Heduardo. Hacer humor sobre la exageración de la línea y la forma sigue más actual que nunca.
Por Raúl Rivera Escobar,
profesor universitario y autor de “La era silente del dibujo animado”
No hay comentarios:
Publicar un comentario