Vincent Delieuvin, especialista del Museo del Louvre, conmina a restaurar la obra de Da Vinci.
El País. Borja
Hace muchas, demasiadas décadas que retumba entre las paredes del Louvre uno de los debates más apasionantes del mundo del arte: el que enfrenta a partidarios y detractores de restaurar La Gioconda de Leonardo da Vinci. Dos escuelas de pensamiento, dos filosofías enfrentadas, ilimitadas dosis de simbología y el inevitable factor de conveniencia o inconveniencia por razones de márketing, chocan cuando está en juego el futuro del retrato más famoso del mundo.
“Es verdad que en lo que toca a La Gioconda, vivimos en medio de dos lógicas enfrentadas”, acepta Vincent Delieuvin, responsable del departamento de pintura italiana del XVI en el Louvre. Pero, acto seguido, advierte: “La Gioconda, hoy, parece una muerta, es una pintura que está desapareciendo poco a poco, y si no se hace algo, la enferma empeorará”.
A sus 35 años es un experto en la obra de Da Vinci. No en vano fue él quien coordinó la restauración de otra de las obras cumbres de Leonardo: Santa Ana con la Virgen y el Niño. “Creíamos saberlo todo sobre esa obra y nos dimos cuenta de que había todo un mundo por descubrir; y allí, en el taller de restauración, era como ver resucitar a Leonardo día tras día, a medida que aligerábamos la capa de barniz, reaparecía su universo, por ejemplo, el rostro melancólico de esa Virgen que sabe que su hijo morirá, tan sutil, tan ambiguo, magnífico, era fascinante”.
Lo ocurrido con esta obra maestra sirve de inevitable test de cara a una hipotética restauración de la Mona Lisa. “Como ocurre con La Gioconda”, explica Dieulevin, “a lo largo de los siglos fueron añadiéndose a la pintura varias capas de barniz que, con el tiempo, sufrieron fisuras y fueron ensombreciendo el cuadro y modificando sus colores al ir amarilleando”. La base del controvertido proceso de restauración de la Santa Ana fue un progresivo —y milimétrico— aligeramiento de esos estratos de barniz.
Claves
El buen antecedente. La pintura Santa Ana con la Virgen y el Niño, también de Leonardo Da Vinci, fue restaurada con éxito.
La competencia. La Gioconda del Prado, que está en exposición en el Louvre, sí tiene colores vivos.
Fuente: La República
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