Por Manuel Burga
Muchos ya se han preguntado, de diversas maneras, sobre lo que nos ha dejado el 2009, no quiero ser redundante, pero tampoco dejar de señalar, desde mi perspectiva profesional como historiador, lo que me parece nos ha dejado como sedimentación que consolida el modelo peruano de reproducción del subdesarrollo que no se puede ocultar bailando y cantando de espaldas a esta realidad.
Basta analizar tres temas que son fundamentales para cualquier nación moderna. Primero, lo que es evidente, la consolidación del modelo económico primario exportador, esta vez rejuvenecido por los TLC que consagran esa vieja vocación de nuestro país: de exportar oro, plata, cascarilla, guano, azúcar, caucho, petróleo, coca, metales, espárragos, mangos y dentro de muy poco gas de Camisea. Esto evidentemente se ha reafirmado. Recorriendo la Panamericana, entre Chiclayo y Arequipa, podemos constatar que los campos de cultivo se han extendido sorprendentemente, se ha reducido el arenal. Pero, ¿cuál es la diferencia con nuestras experiencias anteriores? Basta mirar a Brasil, Chile y México, para establecer nuestra reincidencia, ya que ellos han elegido otros caminos, más modernos, industrializados, quizá menos depredadores de sus recursos naturales.
Segundo: no es tan evidente la expansión y modernización de la red nacional de carreteras. La Panamericana tiene el mismo diseño de hace 50 años, casi con las mismas subidas y bajadas, pero ahora soportando un tráfico más intenso. Es cierto que hay autopistas que facilitan el tráfico, pero que no crean una nueva red nacional, ni siquiera interprovincial, y si salimos 200 kms fuera de Lima, ya no las encontramos y más bien estamos de nuevo ante carreteras que son verdaderas trampas mortales para conductores irresponsables o inexpertos. Ir a Chosica, por la Carretera Central, por ejemplo, nos devuelve literalmente al pasado de irracionalidad vial.
Finalmente, la educación. Hablo solo de lo que conozco mejor, la educación superior universitaria, a través del análisis de sus situaciones extremas y paradigmáticas. Las universidades negocio, de un lado, como Alas Peruanas, producto de ese modelo primario exportador que rinde culto al mercado y a la ganancia, sin importarle cómo se logra y qué resultados finalmente pueda originar. Estas son universidades de absorción de la demanda, donde ya no hay examen de admisión, ni noción de vacantes, simplemente todos ingresan, como expresión de un neoliberalismo en su máxima expresión, que podría destruir el modelo de la universidad latina occidental y que nos impone uno que literalmente se traga la demanda educativa y si para hacer eso es necesario corromper a congresistas y magistrados supremos, lo hace sin pudor alguno.
Por otro lado, la universidad pública, proveniente de ese viejo modelo latino europeo, agoniza literalmente como consecuencia de una paralización docente iniciada el 23 de setiembre del 2009 y que hasta ahora no tiene ningún viso de solución. Los docentes de las universidades públicas de Lima, mientras el presidente bailaba frente a Palacio, por turnos, durante Navidad y Año Nuevo, desarrollaban una penosa vigilia en el atrio de San Francisco, frente al TC, el máximo guardián del respeto a la ley.
Los que trabajamos en estas instituciones sabemos muy bien que esta paralización no es anodina, ya que en ningún caso deja de producir desánimo, desconcierto y desmoralización entre docentes y estudiantes. Enormes instituciones, como San Marcos, la UNSA y la UNSAAC, con grandes comunidades universitarias y costosas infraestructuras para la investigación agronómica, veterinaria, humanística, médica, biológica, paralizadas y menospreciadas por funcionarios del MEF y el gobierno aprista que pretende devolverlas a la terrible década de los años 80 cuando fueron pasto de la anarquía y turbulencia. Nuestro presidente, como en esa década, de nuevo parece cantar y bailar de espaldas a la realidad.
(Fuente La República 07/01/2010)
Basta analizar tres temas que son fundamentales para cualquier nación moderna. Primero, lo que es evidente, la consolidación del modelo económico primario exportador, esta vez rejuvenecido por los TLC que consagran esa vieja vocación de nuestro país: de exportar oro, plata, cascarilla, guano, azúcar, caucho, petróleo, coca, metales, espárragos, mangos y dentro de muy poco gas de Camisea. Esto evidentemente se ha reafirmado. Recorriendo la Panamericana, entre Chiclayo y Arequipa, podemos constatar que los campos de cultivo se han extendido sorprendentemente, se ha reducido el arenal. Pero, ¿cuál es la diferencia con nuestras experiencias anteriores? Basta mirar a Brasil, Chile y México, para establecer nuestra reincidencia, ya que ellos han elegido otros caminos, más modernos, industrializados, quizá menos depredadores de sus recursos naturales.
Segundo: no es tan evidente la expansión y modernización de la red nacional de carreteras. La Panamericana tiene el mismo diseño de hace 50 años, casi con las mismas subidas y bajadas, pero ahora soportando un tráfico más intenso. Es cierto que hay autopistas que facilitan el tráfico, pero que no crean una nueva red nacional, ni siquiera interprovincial, y si salimos 200 kms fuera de Lima, ya no las encontramos y más bien estamos de nuevo ante carreteras que son verdaderas trampas mortales para conductores irresponsables o inexpertos. Ir a Chosica, por la Carretera Central, por ejemplo, nos devuelve literalmente al pasado de irracionalidad vial.
Finalmente, la educación. Hablo solo de lo que conozco mejor, la educación superior universitaria, a través del análisis de sus situaciones extremas y paradigmáticas. Las universidades negocio, de un lado, como Alas Peruanas, producto de ese modelo primario exportador que rinde culto al mercado y a la ganancia, sin importarle cómo se logra y qué resultados finalmente pueda originar. Estas son universidades de absorción de la demanda, donde ya no hay examen de admisión, ni noción de vacantes, simplemente todos ingresan, como expresión de un neoliberalismo en su máxima expresión, que podría destruir el modelo de la universidad latina occidental y que nos impone uno que literalmente se traga la demanda educativa y si para hacer eso es necesario corromper a congresistas y magistrados supremos, lo hace sin pudor alguno.
Por otro lado, la universidad pública, proveniente de ese viejo modelo latino europeo, agoniza literalmente como consecuencia de una paralización docente iniciada el 23 de setiembre del 2009 y que hasta ahora no tiene ningún viso de solución. Los docentes de las universidades públicas de Lima, mientras el presidente bailaba frente a Palacio, por turnos, durante Navidad y Año Nuevo, desarrollaban una penosa vigilia en el atrio de San Francisco, frente al TC, el máximo guardián del respeto a la ley.
Los que trabajamos en estas instituciones sabemos muy bien que esta paralización no es anodina, ya que en ningún caso deja de producir desánimo, desconcierto y desmoralización entre docentes y estudiantes. Enormes instituciones, como San Marcos, la UNSA y la UNSAAC, con grandes comunidades universitarias y costosas infraestructuras para la investigación agronómica, veterinaria, humanística, médica, biológica, paralizadas y menospreciadas por funcionarios del MEF y el gobierno aprista que pretende devolverlas a la terrible década de los años 80 cuando fueron pasto de la anarquía y turbulencia. Nuestro presidente, como en esa década, de nuevo parece cantar y bailar de espaldas a la realidad.
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